La transferencia embrionaria, fase culminante de un proceso de Fecundación In Vitro

La transferencia embrionaria, fase culminante de un proceso de Fecundación In Vitro

Ilusión, esperanza e inquietud acompañan al momento más esperado: transferir los embriones en el útero materno. Una intervención de baja complejidad, rápida y en absoluto dolorosa, que se realiza en quirófano, aunque no requiere anestesia. Para su éxito son fundamentales: el potencial biológico del embrión, la receptividad endometrial y la realización adecuada de la técnica.

La Fecundación In Vitro (FIV) es la técnica más utilizada en reproducción asistida, alcanza altas tasas de éxito y presenta escasas complicaciones, ofreciendo importantes ventajas a parejas y mujeres que desean formar una familia y han de enfrentarse a un problema de infertilidad. Se trata de una técnica compleja, que requiere experiencia y medios tecnológicos para su éxito. Gracias a la FIV, los ovocitos femeninos pueden ser fecundados en el laboratorio con los espermatozoides de la pareja o de un donante, para ser transferidos al útero de la paciente.

El equipo médico de la Unidad de Reproducción Montpellier evalúa a la pareja, establece un diagnóstico y personaliza el tratamiento. El proceso se inicia con la administración de hormonas que estimulen los ovarios y obtener el número adecuado de ovocitos. El ginecólogo realiza un exhaustivo control del desarrollo folicular, realizando ecografías y análisis de sangre. Una vez los ovocitos alcanzan el número y el tamaño adecuados, se induce la ovulación y se programa la punción folicular para extraerlos.

La punción folicular no lleva más de 10-15 minutos, es una intervención ambulatoria y se realiza bajo sedación para evitar molestias a la paciente. La captación de los ovocitos se lleva a cabo con control ecográfico, y una vez obtenidos se trasladan de inmediato al laboratorio, donde los embriólogos realizan su fecundación con espermatozoides previamente seleccionados y capacitados. Si se ha previsto realizar una FIV convencional, el biólogo une óvulos y espermatozoides en el mismo medio de cultivo, imitando así la fertilización natural. En el caso de requerir la microinyección espermática (ICSI), se inyectará un espermatozoide en el citoplasma de cada óvulo.

Los embriones resultantes se cultivarán de forma monitorizada en avanzados incubadores time lapse, donde se mantienen en las mejores condiciones ambientales, permitiendo una mejor observación de su desarrollo y optimizando la selección de los más óptimos para maximizar las probabilidades de implantación en el útero materno.

La transferencia al útero materno se programará en función del número de embriones obtenidos. Si es escaso, se transfieren en el tercer día de desarrollo; si es amplio, los embriones se cultivan hasta 5-6 días, lo que se denomina estadio de desarrollo blastocisto. De esta manera, los no viables frenarán su desarrollo, lo que permitirá identificar con mayor precisión los de mayor potencial implantatorio.

Transferencia: embrión, endometrio y técnica

La transferencia embrionaria es la fase culminante de una Fecundación In Vitro (FIV), ovodonación o embriodonación. Es el momento en que el embrión o embriones entran en contacto con la cavidad uterina, un procedimiento clave en la consecución del embarazo, donde queda reflejado el trabajo, esfuerzo y dedicación del equipo de especialistas.

Esta intervención, de baja complejidad, rápida y en absoluto dolorosa, se realiza en quirófano, aunque no requiere anestesia. Para su éxito son fundamentales: el potencial biológico del embrión, la receptividad endometrial y la realización adecuada de la técnica.

La Unidad de Reproducción Montpellier establece en este proceso una total coordinación entre ginecólogos y embriólogos, para consensuar las condiciones más idóneas de la transferencia embrionaria y garantizar la realización del procedimiento de la forma que mejor se adapte a la situación reproductiva de cada paciente. Los embriólogos juegan un papel fundamental en cuanto a las variables que al embrión se refieren. Son esenciales el grado de desarrollo embrionario, la calidad embrionaria y el número de embriones a transferir.

La transferencia de embriones se lleva a cabo con un catéter muy fino, elaborado con un material muy flexible para no dañar las paredes del endometrio, y conlleva molestias mínimas, similares a las de una citología vaginal. La decisión del número de embriones a transferir se realiza siempre de forma personalizada en cada pareja, ya que depende de factores como son la edad, embarazos anteriores, tratamientos fallidos previos, causa de la esterilidad, cantidad y calidad de los embriones obtenidos, así como los deseos de la pareja entre otros.

Finalizada la trasferencia, se recomienda a la paciente guardar reposo durante una hora aproximadamente, reanudando su actividad cotidiana con unas mínimas restricciones. Los embriones óptimos que no hayan sido transferidos, se vitrificarán para utilizarlos en ciclos posteriores, bien porque el ciclo no haya sido exitoso, o bien para volver a concebir en años posteriores a haber logrado el embarazo. Con la vitrificación la paciente mantendrá los embriones y no tendrá que volver a someterse a otra estimulación ovárica y punción folicular.

Una vez que los pacientes abandonan la unidad de reproducción, empieza el periodo de la “betaespera”, uno días de emociones y sensaciones hasta el momento decisorio: el resultado de la analítica. Lo importante es seguir las pautas indicadas por el ginecólogo. No hay ningún estudio que demuestre que la actitud repercuta en el resultado; sin embargo, un estado positivo y relajado propicia resultados óptimos.